Matronas Profesión

Artículo Original

Vol23 (Supl. 1) Historia de la profesión

La «qabila»: historia de la matrona olvidada de al-Andalus (siglos VIII-XV)

Monográfico Historia de la profesión (y V)

M.ª Fuensanta Jiménez-Roldán1 Mercedes Álvarez-Calero2 Ana M.ª Sánchez-Calama,3 Alfonsa Torralbo-Higuera4 M.ª Belén Angulo-Concepción5
1 Matrona. Unidad de Gestión Clínica de la Mujer. Hospital Universitario Reina Sofía. Córdoba. Profesora Asociada de la Facultad de Enfermería. Universidad de Córdoba2 Matrona. Unidad de Gestión Clínica de la Mujer. Hospital Universitario Reina Sofía. Córdoba. Tutora EIR de la Unidad Docente de Matronas Córdoba3 Matrona y Consejera Internacional de Lactancia Materna. Unidad de Gestión Clínica de la Mujer. Hospital Comarcal Valle de los Pedroches.4 Matrona y Consejera Internacional de Lactancia Materna. Unidad de Gestión Clínica de la Mujer. Hospital Comarcal Valle de los Pedroches.5 Matrona: Área de Salud de Badajoz

Jiménez-Roldán M.ªF, Álvarez-Calero M, Monroy-Pérez RE, Sánchez-Calama AM, Torralbo-Higuera A, Angulo-Concepción M.ªB. La «qabila»: historia de la matrona olvidada de al-Andalus (siglos VIII-XIII). Monográfico Historia de la profesión. Matronas Prof. 2022; 23(Supl.1)

Primera publicación: Matronas Prof. 2014; 15(1): 2-8.

Resumen

La qabila fue la matrona hispano-árabe andalusí (s. VIII-XV). El objetivo de esta revisión histórica es dar a conocer parte del saber obstétrico ilustrado de la época en el que la matrona fundamentó su quehacer profesional.
Por su condición de mujer no escribió libros, transmitiendo sus conocimientos oralmente. Asistió partos eutócicos y distócicos. Durante la dilatación aconsejaba la deambulación, no practicaba amniorrexis ni episiotomías y atendía el expulsivo en posición vertical. En el alumbramiento utilizaba maniobras suaves, y en las retenciones placentarias realizaba extracciones manuales. Hizo uso de la alimentación, las plantas medicinales y los fármacos. En los cuidados del recién nacido no incluía el con- tacto precoz ni la toma de calostro. Parte de su legado ha sobrevivido hasta nuestros días.
 

Introducción

Para conocer el presente de nuestra profesión es necesario comprender el pasado y enriquecernos con las enseñanzas que nos precedieron1. Desde siempre, las mujeres fueron asistidas por otras mujeres cuando las necesitaban, muchas veces de manera anónima, pero con una labor de vital importancia para la continuidad de la vida2. La figura de la matrona ya se recoge en los textos bíblicos3, y en el Talmud se referencia el parto gemelar de Tamar (1700 a.C.). En el año 300 a.C. aparece la figura de Agnodike, la principal matrona helena; del Imperio romano perduraron varios nombres de matronas, aunque ninguno en la península ibérica4. Otras veces las referencias aparecen fugazmente, como es el caso de un texto biográfico del siglo IX d.C. dedicado al dueño de una esclava, Ana «la Griega», hija de una comadrona de Sicilia5. La creación de la Escuela de Salerno (s. XI-XII) nos hizo llegar los nombres de algunas matronas célebres, con su máximo exponente en Trotula Ruggiero. Mientras tanto, en España, las prime- ras referencias escritas sobre matronas aparecen en 1221, en el libro Las Siete Partidas de Alfonso X El Sabio, donde se cita a mujeres hebreas que actuaban como parteras4.

Durante el periodo de al-Andalus ocuparon la historia los famosos médicos Averroes, Albucasis o Avenzoar, desconociéndose la figura de las matronas como asistentes obstétricas de la época.

Nuestro objetivo es dar a conocer parte del saber obstétrico ilustrado de la época en el cual fundamentó su quehacer profesional la qabila, la matrona hispano-árabe andalusí de los siglos VIII-XV
 

Metodología

Se trata de una investigación de la bibliografía histórica. Se consultaron las bases de datos Cuidatge, CUIDEN, ENFISPO, ISOC, Compludoc, CINAHL y Medline, así como otros recursos electrónicos, y se evidenció la escasez de estudios al respecto, todo ello hasta marzo de 2012. Se realizaron revisiones de la bibliografía científica e histórica, fundamentalmente de historia del arte y de la medicina, monografías y publicaciones seriadas, así como fuentes literarias secundarias (traducciones de manuscritos árabes originales), a través del registro automatizado de la Red de Centros y Bibliotecas Especializadas de Andalucía (Red IDEA).

Resultados

Al-Andalus alcanzó su máximo esplendor en la Córdoba del Califato, con los reinados de Abderramán III (929-961 d.C.) y su hijo Alhakén II (961-976 d.C.). Estos califas supieron favorecer la integración étnico-cultural entre bereberes, árabes, hispanos y judíos. Ambos apaciguaron a la población, pactaron con los cristianos, construyeron numerosos edificios –algunos tan notables como la Mezquita de Córdoba– y se rodearon de la inteligencia de su época. Córdoba se convirtió en el centro cultural del mundo y ejemplo de tolerancia. Se sabe que su biblioteca contenía más de 400.000 volúmenes6, muchos de ellos de obstetricia, de los que sólo algunos han llegado hasta la actualidad.

En esta época destacó el médico cordobés Arib ibn Sa’id (980 d.C.), autor del primer tratado de obstetricia y pediatría escrito en España del que se tiene noticia («Libro de la generación del feto y del tratamiento de las mujeres embarazadas y de los recién nacidos»)7, y también el mayor cirujano árabe de todos los tiempos, Abu al-Qasim al-Zahrawi (Albucasis) (1013 d.C.), cuyo Kitab al-Tasrif («Libro de la práctica médica») fue el tratado de cirugía más importante de todo el Medioevo. Destacaron asimismo Abu Marwan Abd al-Malik Ibn Zuhr (Avenzoar) (1077 d.C.) con su Kitab al-Agdiya («Tratado de los alimentos») y Abu-l- Walid Muhammad ibn Ahmad ibn Rusd (Averroes) (1126 d.C.) con su obra médica Kitab al-Kulliyat filtibb, conocida como «Colliget» (en latín) o «Libro de las generalidades de la medicina»8. Todos ellos estuvieron influenciados por clásicos como Hipócrates y Galeno.

Algunos fueron grandes clínicos, otros, cirujanos, pero todos fueron pensadores. Como hombres, escribieron sobre obstetricia, aunque habitualmente no la practicaron. Al firmar los libros sus nombres perduraron en el tiempo, dedicando parte de su obra, algunos de manera exigua, a las matronas.

La qabila era la matrona hispano-árabe de al-Andalus. Vivió en una sociedad compleja donde coexistían varias culturas: la dominante minoría árabe, los cristianos o mozárabes, los judíos y los esclavos9. Por tradición, era la depositaria y transmisora de un conjunto de valores y conocimientos vinculados a la vida humana en todas sus facetas. Por este motivo, la qabila se encargó, entre otros aspectos, de asistir a la madre y al hijo en el nacimiento10.

Se mantuvo en el anonimato, lo que representa una de las causas por las que hay poca evidencia escrita de la época. Por su condición de mujer tenía prohibido escribir los tratados o kitab. Además, el propio sistema onomástico árabe hizo que el nombre de una mujer sólo se transmitiera de generación en generación si era «hija de», «madre de» e incluso «esclava de» un hombre importante, y esta circunstancia no se dio en ninguna matrona andalusí, por lo que sus nombres se perdieron en el tiempo11. Por otra parte, han sido muy pocos los manuscritos que han llegado hasta nuestros días, distribuidos en diferentes bibliotecas del mundo y con una enorme dificultad para traducirlos del árabe médico antiguo al castellano. La traducción de muchos manuscritos se realizó durante el siglo XII en la Escuela de Traductores de Toledo12; sin embargo, otros libros fundamentales para la historia de las matronas permanecieron inéditos hasta finales del siglo XX13.


Las características de la «qabila»
En al-Andalus se registraron más de una decena de profesiones desempeñadas por mujeres, entre ellas las de la matrona. El médico cordobés Arib ibn Sa’id reflejó en su tratado una serie de características que la matrona debía cumplir, entre las que se encontraban «ser cuidadosa y de modos suaves, tener instrumentos y conocimientos amplios, gran experiencia y práctica en mujeres, y poseer las uñas cortas para recibir al recién nacido»7.

Por tanto, desempeñaba una profesión de gran re-percusión pública11, poseía un nivel de conocimientos y habilidades y debía tener unas actitudes determinadas (figura 1).

La formación de la «qabila»
Hasta que se fundó en 1349 la Madraza de Granada, una especie de universidad para los hombres, los médicos se formaban en las mezquitas, en las casas de los maestros y en sus consultas. En Córdoba, se inscribieron en un registro y se agruparon en un colegio profesional14. Con respecto a las matronas, no quedó documentado si existían estas instituciones.
Fuentes historiográficas nos indican que en ellas la enseñanza se transmitía de mujer a mujer, de madre a hija o de profesional a profesional. Dicha enseñanza residía en un sistema de tutelaje de la maestra basado en la observación, la escucha y la adquisición de destrezas de manera progresiva por parte de la alumna. Este modelo se mantuvo en nuestro país hasta el siglo XVI15.

Los conocimientos medicosanitarios en época de la «qabila»
Los conocimientos sanitarios de la época no sólo estaban circunscritos a la obstetricia. Así, cualquier tratamiento o práctica que se aplicase en la medicina árabe debía seguir un orden cronológico obligatorio. Siempre había que comenzar con la alimentación, y únicamente cuando ésta fallaba se usaban las plantas medicinales. El siguiente escalón terapéutico eran los fármacos y sólo en última instancia se recurría a la cirugía, incluyendo otros aspectos como la astrología, la magia, la higiene y las emociones16.

En la medicina andalusí se entendía que usar los alimentos de forma adecuada prevenía la enfermedad. Los más utilizados en el parto eran el vino diluido en agua, el caldo de gallina o gallo preparado de forma sencilla, la tafaya y el pan fresco, para evitar desmayos17.

Respecto al uso de las plantas medicinales, no quedó documentado si las matronas elaboraban sus propios preparados o si se los facilitaban los boticarios de la época.

Gracias a la llegada a Córdoba del De Materia Medica de Dioscórides, el primer gran tratado de botánica de la historia, sabemos que se usaban, entre otras, el cornezuelo de centeno y el aceite de alhelí para estimular y facilitar el parto, alholva como lubricante para el expulsivo, cebada o lino para bañar al recién nacido y, para las retenciones placentarias, la saponaria18 (figura 2).


 
En los casos complejos en los que había que recurrir al uso de fármacos, Averroes decía que se podía prescribir la triaca o tiryaq, pero sólo en tres supuestos: el dolor del parto, el feto muerto anteparto y la «pérdida de fuerza expulsara» (en posible referencia a los pujos maternos). Sin embargo su uso era peligroso, pues podía provocar la muerte materna13, ya que entre sus más de 70 componentes se encontraban la carne de víbora y el opio19.

Eran favorables los cantos suaves e incluso la música en tonos apagados para tratar de mover el ánimo de las pacientes20. Se sumaban a todo ello las creencias populares de la época sobre la influencia de los astros. En la al-Andalus del siglo X se pensaba que cada mes de embarazo estaba regido por un planeta diferente, de ahí que cada mes de nacimiento fuese más o menos propicio para el feto7,21.

Otra práctica frecuente era el uso de amuletos, talismanes, hierbas aromáticas o piedras especiales colocados sobre la mujer, así como la creencia de que el uso de ciertas partes de animales facilitaría el parto, entre ellas cuernos de cabra, partes de vaca o gato o perlas de ostra22.

A pesar de todas estas prácticas y conocimientos, no debía olvidarse que sólo Dios podía hacer que todo finalizase favorablemente. De ahí que los textos hicieran referencias frecuentes a «si Dios quiere» o «con el permiso de Dios el Altísimo»23.

La generación del feto o «yanim»
La anatomía era la ciencia menos desarrollada, ya que por condicionamientos religiosos estaba prohibida la disección de cadáveres14 (figura 3).

Pensaban que el feto se generaba a partir del semen, cálido y húmedo, creciendo como lo hace la fruta en un árbol, y con la placenta de manera similar a las raíces de una planta (se trataba de la teoría de la transforma ción y la modelación)7. Averroes proponía un símil con las semillas depositadas en la tierra para explicar es ta teoría, según la cual, una vez sembrada la simiente, se originarían membranas, epitelios, vísceras, vasos y venas13.

La «qabila» y el sistema sanitario
En al-Andalus no existieron hospitales hasta el siglo XIV. El primero que se construyó fue el Maristán de Granada. Gracias al historiador cordobés Ibn Yuyul sabemos que en la Córdoba califal a los pobres y enfermos se les atendía en las dependencias del palacio de Medina Azahara, donde se les facilitaba consulta y medicamentos gratis24.

Por otro lado, los partos eran siempre considerados un acontecimiento íntimo, femenino y familiar, asistido por las matronas en los domicilios de las gestantes.

Esta división de responsabilidades se daba tanto en el  mundo islámico como en el judío y el cristiano. Así pues, eran las mujeres las que asistían a las parturientas, ya que el pudor ante la exposición del cuerpo femenino desnudo llevaba a rechazar la presencia de doctores hombres25.

Trabajaban por cuenta propia y su salario era variable,  aunque no sabemos si el precio era fijado de antemano o incluso si se establecía un sistema de regateo según la duración del parto o las complicaciones que pudieran   surgir en el transcurso de éste26.

Las qabilas atendían tanto a las mujeres árabes como a las judías y cristianas, al menos hasta el año 1258, en que se elaboró una ordenanza de las Cortes de Valladolid para prevenir las mezclas de razas, en la que se prohibió que las mujeres cristianas fueran atendidas por matronas árabes y judías27.

La «qabila» en el proceso del parto
En la obstetricia árabe medieval se pensaba que el embarazo se mantenía gracias a la «fuerza retentiva», que provocaba que el útero o raham se encogiera una vez que entraba el semen7.

Se conocían los signos de inicio del parto o widala, que incluían: dolor o talq; útero blando, abierto y húmedo; membranas del vientre contrayéndose; aumento de la orina; salida de sangre, y rotura de las membra nas7,13. En ningún texto consultado se hace referencia a la práctica de la amniorrexis artificial por parte de la matrona, sino que era el feto el que rompía las mem branas con sus movimientos y estiramientos.

Las qabilas utilizaban todas las medidas a su alcance para conseguir que el parto finalizase satisfactoriamente. Por este motivo, permitían que la mujer deambulase durante la dilatación, alternando paseos con descansos. Sólo en los casos en que la mujer fuera débil y con riesgo de desmayo, la gestante permanecía en la cama7.

Se pensaba que el parto podía dificultarse por el frío o por el calor intenso; así, la habitación debía estar ventilada y procuraban que estuviese orientada hacia el norte, ya que el aire se consideraba más adecuado en esa dirección7,17.

Como dice Averroes, sabían, mediante tacto vaginal con el dedo pulgar, cuándo la mujer se encontraba en expulsivo. Además, se ayudaban de la visión de signos indirectos como «marcar en sangre» y el aumento en las secreciones de la vulva13.

Cuando la mujer estaba en dilatación completa, la sentaban en un sillón de partos y la matrona se coloca ba delante para poder maniobrar7,13. Grabados persas del siglo XIII nos muestran a la qabila acompañada de otras tres mujeres. Éstas tenían una labor de ayudantes o cheddada, como también aparece en textos obstétricos cordobeses del siglo X; dos de ellas se situaban a los lados de la mujer y la tercera servía de apoyo en la espalda de la gestante durante los pujos4,7,13 (figura 4).



Creían que durante las contracciones Dios hacía bajar un flujo de aire desde lo más alto, que se agolpaba y hacía descender al feto, produciendo en la mujer un dolor insufrible7,13.

En el alumbramiento de placenta y membranas, el al-siqy, se aconsejaban maniobras suaves para la extracción, evitando tirar con brusquedad. En las retenciones placentarias empleaban plantas medicinales como la saponaria, la mirra, la pastinaca o el aceite de lirio y sustancias como la bilis de buey. En casos más graves realizaban extracciones manuales, usando una tela fina a modo de guante, e incluso cosían plomadas con hilos o cuerdas al cordón, para hacer caer la placenta poco a poco7. Averroes aconsejó, como medida, la cantidad de un altramuz de triaca en agua de jarabe y díctamo para la evacuación placentaria13.

Tras el alumbramiento, la matrona juntaba lo que se había separado en los órganos de la mujer y lavaba los  genitales con agua hervida con alholva  como antiinflamatorio.
Para finalizar, masajeaban con aceite el cuello y la cabeza de la mujer para dejarla después descansar7.

La «qabila» y la atención al recién nacido
La bibliografía no refleja con claridad en qué momento se seccionaba el cordón umbilical. Sin embargo, Arib ibn Sa’id, parafraseando a Galeno, refería que en los partos muy complicados, si el feto salía vivo, se seccionaba el cordón cuando el recién nacido orinaba, estornudaba o lloraba. Usaba, para cortar el cordón, utensilios de madera, tela o vidrio, pero nunca hierro, porque traería mal augurio para el recién nacido7. Como puede verse, las creencias supersticiosas eran abundantes en esta época16. Se entendía que el recién nacido era blando, como el queso fresco, y que podía enfermar si perdía parte de la humedad con la que nacía. Por todo ello, la matrona lo bañaba con agua salada mezclada con diferentes plantas. Así endurecía su piel a la vez que lo hidrataba con cocimientos de plantas emolientes como la alholva  o el centeno. Otros autores como Avenzoar aconsejaban usar pomada de bellota para endurecer igualmente la piel, pero reduciendo el picor17.

Tras el baño, la qabila vendaba al recién nacido con una tela limpia, larga y ancha; de esta manera se conseguían varios propósitos: evitar traumatismos, igualar las formas e impedir pérdidas de humedad que podían hacer enfermar al bebé. En esta práctica no existía ninguna connotación de tipo fúnebre, y se mantuvo durante siglos tanto por matronas cristianas como hebreas28.

Aunque madre e hijo eran separados al nacer, se procuraba que el ambiente en el que se recibía al bebé fuese cálido, perfumado y con luz tenue.

El recién nacido era alimentado rechazando el calostro. Durante 2 o 3 días utilizaban miel para limpiarle el estómago y posteriormente, en ocasiones, era alimentado por una nodriza. La profesión de nodriza estaba perfectamente regulada en al-Andalus, y son muchos los pasajes dedicados a éstas donde se relata su contrato laboral, sus derechos y obligaciones, el tipo de alimentación que seguían y sus características. Al tratarse de un servicio contratado, lo solían utilizar las mujeres de mayor estrato social7,29. Mientras tanto, la matrona continuaba visitando al recién nacido durante varios días en el domicilio familiar; allí lo lavaba, masajeaba e hidrataba, cuidaba de la eliminación de orina y colaboraba en la lactación correcta7.

Marín sostiene que las mujeres que coincidían en el tiempo desarrollando sus actividades, como ocurrió con las nodrizas y las qabilas, pudieron apoyarse en el ámbito femenino y laboral11.

La «qabila» y los partos distócicos
Hasta la irrupción de la figura masculina del médico en la obstetricia, hacia el siglo XVII, la matrona era la encargada de la asistencia de los partos tanto eutócicos como distócicos30.
A comienzos del siglo XI, el cirujano cordobés Albuca sis, en su Libro de la práctica médica o Kitab al-Tasrif, explicaba los instrumentos que utilizaban los médicos de la época para extraer fetos muertos: espéculos, cefalotribos, ganchos y bisturís (figura 5). Asimismo, nos avisaba del daño que podía sufrir la cabeza fetal si la matrona no actuaba de manera suave en la extracción, provocando retención de líquidos en ella por compresión31.

En las malposiciones fetales, mientras el médico intervenía para salvar la vida de la madre, según Arib ibn Sa’id, la qabila utilizaba todas las maniobras a su alcance para intentar recolocar el feto y conseguir un parto vaginal. Esto debía hacerlo de manera suave y hábil, empujando al feto que presentara posiciones anómalas hasta conseguir recolocarlo7. No hay ninguna referencia bibliográfica de la realización de cesáreas en al-Andalus.

La función jurídica de la «qabila»
La sociedad compleja de al-Andalus recurría a la qabila como persona experta y autorizada por el derecho malikí (corriente de jurisprudencia predominante en al-Andalus) para testificar en todos aquellos litigios relacionados con la sexualidad femenina en los que sólo una mujer podía hacer juicios, si bien siempre de manera discriminatoria, ya que su testimonio valía la mitad que el de un hombre32.

Tenían una función múltiple, pues no sólo eran llamadas en casos en los que había que discernir si un embarazo se había iniciado fuera o dentro de un matrimonio, ya fuera de una esposa, una viuda o una «posesión» (como era el caso de las esclavas); también testificaban para aclarar si un niño había nacido vivo o muerto. Todos estos aspectos eran fundamentales en el reparto de herencias11. El juez o cadí requería sus servicios en los casos relacionados con el repudio –en los que los maridos solicitaban la anulación matrimonial–, ya que eran las únicas capacitadas para explorar a mujeres y testificar si sufrían alguna malformación que dificultase la concepción o el acto sexual11.

Otras funciones eran colaborar en la fijación del precio de las esclavas y albergar en su casa a las mujeres que estaban condenadas a presidio. En este caso se les pagaba con dinero público33.
 

Discusión y conclusiones

Con esta investigación sobre la figura de la matrona hispano-árabe andalusí hemos querido contribuir a la reconstrucción de una parte de nuestra historia. La dificultad principal que hemos encontrado al realizarla ha sido la escasez de textos y referencias bibliográficas, pues son muy pocos los manuscritos que han llegado hasta nuestros días. Ha supuesto encajar las piezas de un difícil puzle, ya que existe poca producción historio- gráfica sobre las matronas.

Entre los aspectos destacables, podríamos citar lo siguiente:

• Como afirma Hobsbawm, en algunas sociedades existió una tendencia natural a dividir los trabajos por el género; así, los cuidados –y con ellos la asistencia al parto– los realizaban las mujeres34. La qabila, por esta misma razón, fue excluida de la enseñanza normalizada que recibían los hombres de su época. Su formación se realizó por transmisión oral, pues por su condición de mujer no se le permitió escribir libros. Los médicos andalusíes escribían los tratados de obstetricia a pesar de que los partos eran asistidos por las matronas. Nos sumamos a Barkai cuando sugiere que las matronas también hicieron uso de los textos obstétricos de la época, directamente o a través de los doctores que les facilitaron los capítulos que necesitaban21. Del mismo modo, presumimos que los médicos escribían los textos tras charlas informativas con las mujeres que ejercían la profesión, enriqueciéndose del saber de las matronas. Esta discriminación por razón de sexo se mantuvo en nuestra profesión durante siglos, bajo el contexto de sociedades que dificultaban el acceso reglado a las competencias que históricamente nos pertenecían. Actualmente, en nuestro país, contamos con un programa formativo regulado y una normativa que permite, sin restricciones de género, el acceso y desarrollo de nuestra profesión. Además, poseemos un cuerpo de conocimientos propios documentados, que están en constante evolución.

• Algunas prácticas del pasado han llegado hasta nuestros días; así, las matronas de hace once siglos realizaban, dentro del parto eutócico, algunas praxis avala das por las evidencias científicas actuales, como son el  esperar a la amniorrexis espontánea, cuidar el entorno y el acompañamiento, hidratar y alimentar a la mujer durante el proceso del parto, aconsejar la deambulación y no practicar episiotomías35,36. En los partos complicados, según cita Arib ibn Sa’id, podemos deducir que se realizaba la sección tardía del cordón, al  esperar que el niño orinara, estornudara o llorara. Otro legado que persiste es la atención del puerperio como competencia de nuestra profesión, actividad ya realizada por la qabila y documentada desde el siglo X7.
En las sociedades desarrolladas se ha perdido la asistencia de los partos distócicos por parte de la matrona, pero en el siglo X la qabila recolocaba el feto en las malposiciones, para conseguir un parto vaginal, en posible alusión a las versiones internas.
Debido a la existencia de grandes lagunas e incógnitas en los conocimientos obstétricos de la época, en ocasiones las qabilas realizaban prácticas basadas en supersticiones, apartándose del empirismo científico que hoy caracteriza a nuestra profesión.
Finalmente, las funciones jurídicas desarrolladas en estos siglos fueron más amplias que las desempeñadas actualmente.

• Sin duda, la atención al recién nacido es uno de los aspectos que más se ha modificado en los últimos tiempos. El conocimiento de los cambios fisiológicos en la adaptación a la vida extrauterina, así como los estudios sobre lactancia materna y apego, han supuesto una ver dadera revolución asistencial37. En al-Andalus sólo algunos aspectos ambientales eran similares a los cuidados actuales hacia el neonato. Otras prácticas difieren de las recomendaciones actuales, pues se separaba al recién nacido de la madre y se evitaba la lactancia precoz y la toma de calostro por considerarlo un alimento «sucio», costumbres que siguen vigentes actualmente en diferentes países38. Asimismo, el vendaje del recién nacido perdura en la actualidad en algunas culturas donde las parteras tradicionales mantienen a los niños ven dados durante 6 meses para que se críen «rectos»39
Aún queda mucho por descubrir de nuestra historia. Será labor conjunta de historiadores y traductores especializados sacar a la luz muchos manuscritos andalusíes que permanecen aún inéditos y repartidos por todo el mundo. Sin embargo, corresponde a las matronas rescatar aquellos fragmentos de la historia que nos pertenecen.
 

Agradecimientos y dedicatoria

A nuestras madres. A todas las matronas anónimas de la historia

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